Era un viernes triste, de esos en los que el alma se extravía en el vacío de la pena cercana; de esos en los que el corazón llora en la profunda orfandad que le deja la aflicción de la muerte.
-¡Duele tu ausencia! -dijo Magdalena, abrazando la gran piedra del destino.
Ramón Chomina L.
ramcl06@gmail.com
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